Este año la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) ha puesto en marcha una campaña titulada ‘¿Sabemos lo que comemos?’, y entre sus objetivos se encuentra acabar con lo que han denominado etiquetas trampa o etiquetas deshonestas, “Porque ya está bien de que nos hagan tragar con lo que quieren, porque con las cosas de comer no se juega, porque estamos hartos de escándalos de los que nadie se hace responsable…”, estamos de acuerdo.
El problema del etiquetado fraudulento tiene demasiados cabos que atar, pero no hacer nada seguro que no ayudará a mejorar la información que recibimos los consumidores, mientras nos están haciendo comer lo que quieren. Uno de los problemas es que se sabe que la mayoría de los consumidores no leen las etiquetas, y la industria alimentaria se aprovecha de ello, mientras que parece que las leyes juegan a su favor.
Los consumidores somos, o debemos ser, los principales interesados en saber lo que comemos, os recomendamos que no metáis en vuestra cesta de la compra ningún producto sin leer antes la etiqueta, aunque sea un alimento que llevéis años consumiendo, os podéis llevar muchas sorpresas. ¿Recordáis el análisis de bandejas de carne picada de los supermercados que realizó la OCU?
Sobre este análisis os hablamos aquí a principios de año, entonces muchas personas se dieron cuenta de que no todas las bandejas de carne picada de los supermercados son eso, carne picada, sino preparados de carne picada que incluyen cereales, vegetales, espesantes, sulfitos, una mezcla de aditivos, y entre otras cosas, a menudo se encuentran trazas (y más, hasta un 3%) de carne de otro animal de menor valor comercial.
Bajo estas líneas podéis ver el vídeo de la OCU para presentar ‘Etiquetas Trampa. ¡No sabemos lo que comemos!’, una iniciativa enmarcada en la campaña antes mencionada y con la que invitan a todos los consumidores a sumarse, a movilizarse contra estas etiquetas deshonestas con los consumidores porque conducen a la confusión. Muestran algunos ejemplos como el paquete de un producto que indica ‘rallado’ y en su interior parece haber queso rallado, pero no lo es. También muestran el ejemplo, quizá más conocido, de las ‘anillas’ que quieren hacer creer que son calamar en rodajas y se trata de pota, claro, tiene menor valor comercial, o los ‘ravioli de boletus’ que sólo tienen un 7% de esta seta…
Las etiquetas trampa son lo que un envase muestra y transmite a primera vista, que es con lo que principalmente se queda el consumidor, por eso hay que leer la letra pequeña, los ingredientes y demás, para conocer realmente lo que estamos comprando. Como afirma la Coordinadora de Alimentación de OCU, este tipo de productos no son malos ni buenos, es decir, no son productos peligrosos para la salud, el problema es que se compren pensando que son lo que no son.
A nadie le gusta comprar unas hamburguesas que en principio parece ser que están hechas con carne de vacuno 100%, pero claro, el 100% de la hamburguesa no es carne, un 8% son ‘otros ingredientes’. Con los productos de pavo sí que se están luciendo, si sois de los que os habéis subido al carro de consumir embutidos de pavo pensando que son más saludables y con menos grasas, leed hasta la última letra del etiquetado. ¿Cómo podíais pensar que se puede hacer un fuet con una carne de un ave que apenas contiene grasa? Pues se hace, pero claro, para ello tienen que añadir grasa y carne de cerdo. El Fuet de pavo de Pavofrío indica en su etiqueta que el 70% del producto es carne y grasa de cerdo, y el 30% carne de pavo, ¿cómo pueden tener la vergüenza de etiquetar el embutido como ‘fuet de pavo extrasabroso’?
Sobre estas líneas podéis ver una foto que hicimos hace unos días a otro de estos productos de pavo que la población concibe como un producto ligero y saludable. En letras grandes pone Pavo Trufado con pistachos, y en letra pequeña pone Fiambre de pavo, sus ingredientes son: Contramuslo de pavo, magro de cerdo, papada de cerdo, agua, fécula de patata, proteína de cerdo, pistachos (de Irán), azúcar, setas, estabilizantes, antioxidantes, conservadores… y si siquiera se dignan a indicar qué porcentaje de carne de pavo contiene, cómo nos vamos a preguntar dónde está la trufa.
Podéis ver muchos ejemplos más en Twitter utilizando el hashtag #EtiquetasTrampa, son pruebas que los consumidores han captado y que comparten en la red con el objetivo de que cada vez sean más personas las conocedoras del engaño al que nos pretende someter la industria alimentaria, y todos podemos participar alertando sobre las etiquetas deshonestas que encontremos.
Una crema de bogavante que lleva un 0’5% de este crustáceo, un paté de hígado de cerdo que sólo lleva un 26% de este ingrediente, salsa de aguacate con un 0’7% de aguacate en polvo, zumo que mezcla fruta con agua y azúcar a partes iguales… realmente, no sabemos lo que comemos, no es lo mismo un néctar que un zumo, no es lo mismo jamón que fiambre, un queso no es lo mismo que grasa vegetal.
Si queréis tener más información y movilizaros contra las etiquetas trampa podéis acceder a esta página de la OCU. Y lo dicho, si consumís este tipo de productos con etiquetas engañosas siendo conscientes no hay ningún problema, el problema es que penséis que compráis una cosa que no es.
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