Según un nuevo estudio desarrollado por expertos de la Universidad de Oxford (Reino Unido), un impuesto climático aplicado en la carne y productos lácteos facilitaría que se redujera de forma significativa las emisiones de gases de efecto invernadero, además, se evitaría la muerte de medio millón de personas al año porque seguirían una alimentación más saludable. Se trata de un primer análisis que pretende reforzar la idea de que este tipo de gravámenes son efectivos y necesarios.
En este estudio se recomienda aplicar un impuesto del 40% en la carne de vacuno y un 20% en los productos lácteos, un sobrecoste que provocaría una notable reducción de la venta de estos alimentos, y por tanto, terminaría reduciéndose forzosamente la producción. Sobre el impuesto climático en la carne de vacuno ya hemos hablado anteriormente, se puede citar como ejemplo la propuesta lanzada por el Consejo de Ética de Dinamarca, con el propósito de reducir entre un 20% y un 35% las emisiones de gases de efecto invernadero.
Claro, que la propuesta de ese país va más allá de la carne, su planteamiento es el de aplicar un impuesto a todos los alimentos en diferentes niveles dependiendo de su impacto climático, pero primero actuar contra aquellos alimentos cuya producción favorece más al calentamiento del planeta, de todo ello hablábamos en este post. El nuevo estudio es más agresivo en lo que a gravámenes se refiere, anteriores investigaciones han hablado de un impuesto del 20%, y los expertos de la Universidad de Oxford plantean un 40% como medida disuasoria efectiva para reducir el consumo de carne.
La producción de alimentos es responsable de la liberación de un 25% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, apuntando principalmente a la producción de alimentos cárnicos como el principal contribuyente. Dado que el consumo de carne aumenta año tras año, a medida que en varios países mejora el poder adquisitivo de la población, se considera que es necesario aplicar precios prohibitivos para reducir su consumo. Los expertos explican que es necesario tomar medidas cuanto antes, actuando contra las emisiones generadas por el sistema alimentario, de lo contrario, consideran que no existe ninguna posibilidad de lograr limitar el aumento de la temperatura global a 2 grados centígrados.
Hay que aclarar que aunque se considera que la carne es uno de los principales alimentos contribuyentes en el calentamiento del planeta debido a la fermentación que se produce en el sistema digestivo de los animales, también hay que destacar las emisiones generadas por los cultivos con los que se alimentan. Merece la pena recordar que más de la mitad de los cultivos que se producen en el mundo se destinan a la alimentación animal, estos cultivos se asocian a una mayor emisión de gases que favorecen el calentamiento global que los cultivos que se destinan a la alimentación humana.
Según los resultados del estudio, un aumento del precio de la carne de vacuno en un 40% conduciría a una caída de un 13% en el consumo mundial de este alimento. En esta investigación se ha evaluado el gravamen que sería necesario aplicar en cada tipo de producto para compensar el daño climático que causa su producción, los alimentos con un impuesto más elevado son la carne de vacuno (40%), los aceites (25%), la leche (algo más de un 20%), la carne de cordero (15%), el pollo (8’5%), la carne de cerdo (7%) y los huevos (5%). Los alimentos con un impuesto más reducido (menos del 5%) serían, según el estudio, el azúcar y los alimentos vegetales, a otros alimentos no se les aplicarían gravamen.
Como ya hemos comentado, en el estudio se evaluó qué impuesto sería necesario en cada tipo de alimento para compensar el daño climático que provoca, y posteriormente se calculó la reducción del consumo de cada alimento analizado. Se examinaron diferentes regímenes fiscales para determinar la disposición óptima en términos de emisiones contaminantes y salud. La idea es aplicar impuestos a los alimentos mencionados, pero por otro lado subvencionar los alimentos saludables para el medio ambiente y para los seres humanos, como un modo de compensar el aumento de precios. Con ello se evita que las personas con menores recursos sufran las consecuencias, empeorando la dieta por culpa del gravamen. Esto es algo que diferencia a este estudio del otros que hemos conocido en los últimos años y que sólo han hablado de gravar los productos alimentarios que contribuyen al calentamiento del planeta.
El plan de impuestos propuesto, se reducirían las emisiones de gases de efecto invernadero en millones de toneladas anuales. Los investigadores comentan que el modo en el que se producen y consumen los alimentos han sido cuestiones ignoradas en la lucha contra el cambio climático debido a las preferencias alimentarias, al temor de que aumente el hambre, así como a la falta de medidas para abordar el problema. Los expertos saben que un aumento del precio de determinados alimentos va a provocar conflictos, pero si se aplican políticas fiscales satisfactorias en otros alimentos, se podría conseguir que se aceptaran los cambios propuestos. Citan ejemplos como el impuesto de las grasas saturadas no saludables en Dinamarca, apenas funcionó, al cabo de un año de su puesta en marcha se anunció su eliminación. En este caso argumentan que el país se quedaba con los ingresos obtenidos por el gravamen y no los invertía, un error. Por el contrario, en países como México, donde se puso en marcha el impuesto de los refrescos, el dinero recaudado se destina a abastecer de agua potable a los colegios.
Los expertos explican que la producción de alimentos que más afectan al clima, como por ejemplo la carne de vacuno, es también la que más afecta a la salud humana si se consume en grandes cantidades. Por tanto, consideran necesario poner en marcha los ‘impuestos climáticos de los alimentos’, por llamarlos de alguna manera, a fin de reducir el impacto ambiental y el número de enfermedades asociadas al consumo de estos alimentos, como los accidentes cerebrovasculares, el cáncer, las enfermedades del corazón, etc.
En este artículo de The Guardian explican que se reconoce que reducir la producción de carne y otros alimentos que contribuyen al calentamiento del planeta es una tarea complicada, se trata de un reto político y los gobiernos son reacios a interferir en el estilo de vida de las personas, y que esto podría pasar factura recibiendo una reacción negativa por parte de los consumidores y de la industria alimentaria. En este caso se apuesta por la información y la educación como medios para lograr que se acepten las medidas propuestas.
En nuestra opinión, están vendiendo humo, quien se revelaría sería la industria alimentaria, que es quien realmente preocupa a los gobiernos, no la población en general. La reacción negativa la hemos mostrado en otros temas también muy serios en muchas ocasiones y ya ha quedado claro que poco les importa. Por su parte, la industria de la carne de vacuno podría argumentar que existen medidas para mantener la producción y reducir de forma significativa la liberación de gases que favorecen el cambio climático, como por ejemplo el metano. Merece la pena recordar que recientemente se ha descubierto un tipo de alga que es capaz de reducir hasta en un 99% de las emisiones de metano, incluyendo menos de un 2% en la alimentación del ganado, de ello hablábamos aquí.
Se habla de los impuestos como si se tratara del santo grial, con determinados alimentos quizá es una medida efectiva, pero debería ser provisional y paralelamente es necesario buscar alternativas que permitan reducir el impacto ambiental de la producción de alimentos sin que ello afecte al coste. Podéis conocer todos los detalles del estudio a través de este artículo (Pdf) publicado en la revista científica Nature Climate Change.
Foto 3 | Anthony Albright
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