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jueves, 12 de enero de 2017

Es necesario redefinir qué es una alerta alimentaria

Aletas alimentarias

Según los resultados de un estudio desarrollado conjuntamente por investigadores de la Universidad de Surrey, la Fundación Nacional para la Investigación Educativa (NFER) y la consultora agrícola y ambiental ADAS, es necesario redefinir qué es una alerta alimentaria y de qué tipo. Los expertos sugieren como definición: “respuesta a un incidente alimentario, sea real o percibido, que provoca la interrupción repentina del abastecimiento del producto en la cadena de suministro, así como en el patrón de consumo por parte de la población”.

En esta definición se tiene en cuenta la respuesta de los consumidores, ya que su decisión de compra puede transformar un incidente alimentario en una alarma alimentaria. Se cita como ejemplo el escándalo de la carne de caballo, aunque los productos no encerraban ningún riesgo para la salud, la alarma alimentaria fue un hecho. Los investigadores explican que en una alarma alimentaria no necesariamente tiene que existir un riesgo médico, y prueba de ello es lo que ocurrió con la carne de caballo y que podéis recordar aquí.

También argumentan que consideraron esta definición como parte de un proyecto para clasificar mejor las alertas alimentarias, ya que la categorización facilita poder desarrollar estrategias para reducir la frecuencia y gravedad de esas alarmas. Sin embargo, tras revisar más de 85 estudios sobre el tema, descubrieron que no existe un único modo completo y fácil de aplicar para categorizar las alertas alimentarias, por lo que era necesario crear una nueva categorización para llenar este vacío. Lo que hay en la actualidad se considera simplista dada la complejidad de las cadenas alimentarias, tras la investigación se identificaron cinco categorías de alarmas alimentarias, por fraude, por contaminación, por información errónea, de carácter tecnológico y de carácter microbiológico.

El nuevo enfoque pretende que las alarmas sean clasificadas de acuerdo a su manifestación y origen, contaminación química, biológica o física, problemas de transparencia, sensibilización y de carácter malicioso. Esta última permite diferenciar y señalar una alarma alimentaria que se ha producido como consecuencia de una contaminación intencionada de los productos y sin que tenga que afectar a la salud, como es el caso de la carne de caballo. De este modo se puede diferenciar de una contaminación que se haya producido de forma accidental o sin conocimiento previo del posible riesgo que podría encerrar.

Incluir la causa de la contaminación es importante para las empresas alimentarias, ya que es clave para determinar el mejor modo de gestionar el riesgo de este tipo de alertas, así como el desarrollo de estrategias de prevención. La categorización de las alertas permite a los equipos responsables de la gestión de riesgos tratar de forma sistemática cada categoría, diferenciando claramente las alertas provocadas por falta de transparencia y sensibilización, de las causadas por otros motivos. Los expertos consideran que el sistema ayudaría a reducir el número de alertas alimentarias, así como los impactos económicos, sociales y ambientales derivados.

Redefinir el concepto de alarma alimentaria

Sobre estas líneas podéis ver la nueva clasificación propuesta, basada en categorizaciones publicadas anteriormente, su desarrollo se ha realizado mediante una serie de consultas a expertos relacionados con las cadenas de suministro de alimentos del Reino Unido. Los investigadores recomiendan poner en práctica esta categorización a modo de prueba para asegurarse de que cumple con las expectativas y propósitos marcados.

Una alarma de carácter informativo sería aquella relacionada con la información que se facilita a los consumidores sobre los ingredientes y procesos utilizados en la producción de los alimentos. Una alarma por fraude estaría relacionada con la sustitución fraudulenta, o la suma y resta de ingredientes en un producto. Una alarma relacionada con la tecnología sería causada por la intervención de la tecnología, como por ejemplo la irradiación o la modificación genética, entre otras. Una alarma por contaminantes estaría relacionada con la contaminación de los alimentos con cualquier elemento que no esté presente de forma natural en ellos. Y finalmente, la alarma de carácter microbiológico, se relacionaría con la contaminación de los alimentos por microorganismos patógenos.

Los expertos explican que cuando aparece un problema o se sospecha de su existencia en un determinado punto de la cadena de suministro, la identificación de la fuente suele ser problemática, por lo que la capacidad de los agentes responsables para hacer frente al problema de forma rápida y efectiva es en muchas ocasiones limitada. Por tanto, la probabilidad de una amenaza a la seguridad alimentaria (sea grave o trivial, sea una sospecha o real), provocará la aparición de una alarma que se intensificará cuando, en ocasiones, no sería necesario si estuviera correctamente categorizada.

El trabajo es interesante ya, que como sabemos, el fraude alimentario está a la orden del día, del mismo modo que las alertas o alarmas alimentarias de toda índole. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la revista British Food Journal.

Foto | Michael Stern

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