Una de las zonas con más encanto de Roma es el conocido barrio del Trastevere, se encuentra en el centro histórico de la ciudad, siendo el decimotercer barrio de Roma. Se caracteriza por sus callejuelas adoquinadas en las que predominan los edificios de viviendas populares medievales, y con su vida, así como con el verde que prende de las paredes y brota del suelo, invita a capturar mil y una imágenes, a realizar tranquilos paseos, a detenerte y contemplar, a beber, a conversar… creando bonitos recuerdos.
Claro, el Trastevere es uno de los barrios más turísticos de Roma, así que además de todo lo mencionado, hay infinidad de establecimientos para beber y comer, la oferta es muy amplia y variada en cuanto a las exigencias de los turistas se refiere, al menos así se puede deducir al observar las pizarras a pie de calle, así como las cartas con las propuestas gastronómicas. La mayoría queremos comer bien y probar la auténtica cocina romana, luego algunos pueden querer simplemente un plato de pasta fresca y algo para beber en alguna de las terrazas más concurridas, otros un menú completo en un lugar más relajado…
Lo que nadie quiere es caer en uno de esos restaurantes ‘caza-turistas’, por eso se suele recurrir a las webs de recomendaciones de restaurantes como TripAdvisor o a consultar en el hotel, al taxista o a la dependienta de alguna de las tiendas en las que se ha comprado algún recuerdo. Hace unos días os contamos una mala experiencia en un restaurante de Roma, establecimiento que elegimos, en parte, por las recomendaciones de TripAdvisor, que por cierto, en Italia parece tener mucho más valor que por aquí, o así lo percibimos nosotros. Pero como os comentamos en su momento, aunque a menudo las recomendaciones pueden no ser muy acertadas, otras sí nos ayudaron a disfrutar de la gastronomía de Roma.
Hoy os lo mostramos a través del restaurante Romolo, nel Giardino della Fornarina, un restaurante que tras una discreta puerta esconde muchas cosas, una historia, varios comedores y el adorable jardín en el que, según cuentan, el pintor renacentista italiano Rafael Sanzio (1483-1520), se enamoró de Margjherita Luti (1493-1522), su musa, también conocida como La Fornarina (llamada así por ser la hija del panadero, fornaio en italiano) de la obra del Ritratto di giovane donna (Retrato de una joven). Sobre esta historia podéis conocer algunos detalles más en la web del restaurante. Nosotros os vamos a mostrar lo que comimos.
En la galería de imágenes podéis ver algunas fotos del jardín de la Fornarina, y también de la entrada del restaurante, que como os comentábamos, no invita a imaginar lo que hay detrás de esa puerta, por eso, antes de decidir quedarnos a comer fue posible consultar la carta y acceder al interior. El restaurante tiene varios espacios o comedores que en invierno pueden ser acogedores, pero en verano hay que disfrutar de los espacios al aire libre, y no os preocupéis por los mosquitos, bueno sí, lo que queremos decir es que incluso para eso tienen atenciones.
Sobre la carta del restaurante Romolo, está compuesta por platos tradicionales de la cocina romana con bastante variedad y está elaborada con ingredientes de calidad. Sobre los precios, en general nos parecen honestos, visto lo visto en la ciudad. En lo que se exceden en cualquier establecimiento de Roma es en la bebida, desde el agua, pasando por el café e incluso la cerveza, y no digamos los vinos, pero sobre ello hablaremos en otro momento.
Ahora vamos con la comida, que iniciamos con una ensalada con pera, pecorino romano, nueces y aderezo de pimienta y miel, buena, pero a nuestro parecer muy pobre, sobre todo porque su precio era de 14 euros, valorad vosotros viendo la foto. Pero no os asustéis viendo este precio en la ensalada, porque el resto de platos rondan el mismo precio siendo más elaborados y con ingredientes más caros.
Elegimos dos platos de pasta distinta, a cuál más rico, por un lado, los Ravioli de ricota y espinacas (12 euros), y por el otro los Fettucine al tartufo (18 euros), que como podéis apreciar en la foto, están llenos de trufa. En ambos casos, la pasta fresca estaba en su punto de cocción, con bien de queso, salsa, trufa… Como plato fuerte pedimos alguna especialidad con cordero (abbacchio), un cordero asado (18 euros), y en este caso debemos decir que, aunque la elaboración era buena en sabor, la carne estaba algo dura.
Para terminar, tres postres (el tercero fue un obsequio para nuestra hija), como no podía ser de otra forma, pedimos un Tiramisú y una Panna cotta, además nos trajeron una pequeña porción de Tarta Sacher. El tiramisú era muy llamativo por su presentación, y rico estaba, por supuesto, aunque no fuera una elaboración tradicional. La Panna cotta es de las mejores que hemos comido nunca, y la tarta de chocolate estaba estupenda. El precio de los postres rondaba los 7 euros cada uno.
En cuanto a los vinos, nos dejamos recomendar a falta de conocimiento de las producciones italianas, y en general tomamos vinos correctos en nuestra estancia en Roma, pero a precios muy superiores en relación a los que podemos tomar en España con características similares. El Morellino di Scansano Fattoria Le Pupille rondaba los 25 euros.
La experiencia en el Restaurante Romolo estuvo correcta, pues además el servicio fue atento y rápido, aunque hay que decir que había pocas mesas. En cualquier caso, puede ser un sitio al que volveríamos a comer pasta fresca si regresáramos a Roma.
Ristorante Romolo, nel giardino della Fornarina
Via di Porta Settimiana 8 – 00153 Roma
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