El año pasado se formó una alianza entre el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, la Agencia de Protección Medioambiental, diversas organizaciones humanitarias y religiosas, los gobiernos estatales y el sector privado de la industria, con el propósito de trabajar para reducir el desperdicio alimentario en un 50% para el año 2030. Esta iniciativa es prioritaria, sobre todo sabiendo que el 40% de todos los alimentos que se producen en el país son desechados, de ello hablábamos aquí.
Por el camino, del campo a la mesa se tiran millones de toneladas de alimentos, la mayoría por imperfecciones que no afectan a las cualidades organolépticas, a la calidad ni al tiempo de conservación. Un desperdicio generado porque estos alimentos no cumplen con los estándares de mercado habituales en cuanto a color, forma, tamaño u otras características estéticas. Se puede hablar de varias etapas del desperdicio alimentario, la primera es la producción, los alimentos con las imperfecciones mencionadas son descartados, la segunda etapa la encontramos en los almacenes que se encargan de realizar un segundo cribado de lo enviado por los productores.
Otra etapa está en el transporte, una mala conservación, un accidente en el que la caja de frutas o verduras se ha caído del camión con el viaje, un atasco o un retraso en la entrega que puede provocar que las verduras pierdan su vistosidad y se degraden ligeramente, ya es motivo para descartar alimentos. En el procesamiento y envasado también se produce desperdicio, defectos de embalaje, etiquetado o conservación provocan un suma y sigue, a la hora de desechar alimentos.
Una vez en las cadenas de distribución minoristas (supermercados), los alimentos se desechan por defectos en el embalaje y roturas, si un pack de seis yogures tiene uno roto, automáticamente se desechan los seis. También hay que citar los alimentos que han caducado o aquellos que se deben comercializar en el día, como por ejemplo el pan o la bollería, estos se desechan al finalizar la jornada. Después llega el consumidor, desecha los alimentos por estar caducados o creer que están caducados, procesa mal los alimentos y tira parte de ellos, sobras que no se guardan o aprovechan y acaban en la basura, etc. La cadena del desperdicio alimentario es extensa y todos los eslabones están implicados por diferentes razones.
Tomamos como ejemplo las patatas, durante la recogida de la cosecha el producto pasa por un control que realiza una discriminación por tamaño, desechando aquellas que son muy pequeñas o muy grandes y por tanto, no cumplen con los estándares estipulados, también se descartan las que tienen imperfecciones, sean golpes o “heridas” por la recolección, o por tener un verdor no aceptable para el mercado. En Estados Unidos los agricultores producen casi 20 millones de toneladas de patatas anuales, según la ONU, un 17% de los alimentos cultivados en Estados Unidos se pierde o desperdicia en las granjas, sin embargo, algunos productores no están de acuerdo con esta cifra y calculan que dependiendo del año y cosecha, entre una cuarta parte y la mitad de la producción no llega a la cadena alimentaria, lamentablemente hablamos de un desperdicio que se puede consumir sin problema.
Para los productores es lamentable, es una pérdida de tiempo, de recursos y de dinero que perfectamente se podría aprovechar, no existe lógica en este desperdicio alimentario causado por la demanda de la perfección. A los agricultores les gustaría que esas patatas que no cumplen con los estándares marcados tuvieran su lugar en los supermercados y fueran aprovechadas, pero no tienen ninguna oportunidad. Por fortuna, cada vez aparecen más iniciativas que pretenden aprovechar esos alimentos, en Estados Unidos podemos citar como ejemplo la startup Imperfect, cuyo negocio es comercializar frutas y verduras imperfectas por un precio entre un 30% y un 50% más barato que en los puntos de venta habituales. Si hablamos de otros países podemos nombrar Wefood un supermercado que comercializa los excedentes alimentarios de otros supermercados convencionales de Dinamarca. Lo cierto es que cada vez hay más iniciativas que luchan contra el desperdicio alimentario, también los Gobiernos se han implicado en esta lucha y como ejemplo citamos Francia.
Volviendo al tema de los productores de patatas estadounidenses, los agricultores comentan que si quisieran donar las patatas que no cumplen los criterios de mercado a un banco de alimentos, deberían pagar la mano de obra y el embalaje para enviarlas, en cambio, comercializar esas patatas para la alimentación del ganado permite recuperar algo de dinero, aunque sea muy poco, por lo que la opción es bastante obvia para los agricultores.
Es muy triste que en un mundo en el que millones de personas pasan hambre, se tiren millones de toneladas de alimentos y otros tantos se destinen a la alimentación animal. Los consumidores persiguen las piezas perfectas, están acostumbrados a ello, muchos valoran más la apariencia que el sabor y la calidad del producto, algo absurdo, ya que la patata se va a pelar y la piel será desechada (generalmente). Merece la pena destacar que un 7% de las patatas que entran en el mercado se desperdician en las cadenas de minoristas y un 16% en la cocina de los consumidores.
En este artículo de The Guardian proporcionan otros ejemplos, realizando un análisis de la producción de fresas, alitas de pollo, verduras, yogures y pan, el desperdicio generado en cada producto es de juzgado de guardia, pero estos datos no terminan de reflejar la realidad, el desperdicio puede ser mayor de lo que nos imaginamos. Es necesario cambiar urgentemente las reglas de mercado para aprovechar los alimentos, los recursos energéticos, el trabajo y el dinero, esta sería una gran contribución a la mejora de la seguridad alimentaria. Aunque ya se está trabajando en el tema, queda mucho por hacer y parece que todavía deberán pasar algunos años antes de que el mundo cuente con una cadena alimentaria respetuosa con el medio ambiente y con los alimentos que se producen y consumen.
Foto 2 | Michael Stern
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