Durante los últimos años ha crecido el interés por el uso de los insectos en la alimentación humana, considerando que son una alternativa saludable, nutritiva y además mucho más sostenible que la carne animal. Se apunta además que son mucho más eficientes que cualquier animal a la hora de llevar a cabo la conversión de los recursos vegetales en minerales y proteínas que son fáciles de digerir por los seres humanos. En el caso de utilizarlos para la alimentación de los animales, los expertos argumentan que existen muchos beneficios a considerar, utilizan menos recursos, menos tierra y agua, producen menos emisiones contaminantes y menos residuos, son mucho más baratos, etc.
Pero no hay que dejarse llevar por la euforia, no todo es tan sencillo como lo han presentado algunas organizaciones como la FAO, por ello, a petición de la Comisión Europea, la EFSA ha evaluado los riesgos de los insectos para la alimentación humana y animal en todos los eslabones de lo que sería la cadena de producción para obtener esta fuente alternativa de proteínas. La Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea ha abordado esta cuestión con un perfil de riesgo que identifica los problemas biológicos y químicos, la alergenicidad, los peligros ambientales, etc., además se ha realizado una comparativa de los riesgos identificados con los que encierran las fuentes convencionales de proteína animal.
La agencia explica que los posibles riesgos químicos y biológicos presentes en los alimentos y piensos que se hayan elaborado a partir de las proteínas de los insectos, dependerán del tipo de insectos, de los métodos de producción utilizados, del tipo de alimentación que reciban, del momento en el que se recogen y los métodos utilizados para procesarlos. Hablando del uso de insectos para la alimentación animal, la EFSA comenta que cuando los insectos no procesados se alimentan con materias primas para piensos autorizados en la actualidad, es posible que la aparición de riesgos microbiológicos sea similar a las asociadas a otras fuentes proteínicas no procesadas. Se advierte que existen pocos datos disponibles sobre la transferencia de contaminantes químicos de diferentes tipos de sustrato (lugar donde los insectos realizan sus funciones, nutrición, reproducción, etc.) a los propios insectos.
Otro tema evaluado es la aparición de priones (agregados supramoleculares (glucoproteínas) acelulares, patógenas y transmisibles, responsables de las enfermedades del sistema nervioso en los animales o EET), proteínas que pueden causar enfermedades como la encefalopatía espongiforme bovina (EEB) o mal de las vacas locas, así como la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob en los seres humanos. En este caso se espera que el riesgo sea igual o inferior si en el sustrato en el que están los insectos para su producción, no se han incluido proteínas que deriven de subproductos animales y concretamente de los rumiantes.
El tipo de sustrato también se ha evaluado y se han considerado los posibles riesgos asociados al estiércol animal, la basura de la cocina, etc. Por otro lado, se espera que el riesgo ambiental en la producción de insectos sea comparable a otros sistemas de producción animal, en este caso, deben aplicarse las actuales estrategias para la gestión de residuos a los generados por los insectos. El dictamen de la EFSA se basa en una revisión de la literatura científica existente, las evaluaciones que han realizado los Estados miembros y la información que han proporcionado las partes interesadas, por ejemplo, quienes trabajan para poner en marcha un sistema de producción de insectos para la alimentación, o los investigadores que trabajan en este campo. Un ejemplo que se puede citar es PROteINSECT, proyecto de investigación financiado por la Unión Europea que ha estado trabajando para evaluar la calidad y la seguridad de los alimentos obtenidos de los insectos.
Son varias organizaciones y laboratorios de investigación los que están estudiando la posibilidad de utilizar insectos en la alimentación, podemos recordar el trabajo de los expertos del Nordic Food Lab y la Universidad de Copenhague para demostrar que los insectos son deliciosos, la investigación que llevan a cabo tres investigadores de la Universidad de Wageningen para la obtención de grasa y aceite de insecto, etc. A esto hay que sumar las evaluaciones que han realizado países como Francia, Bélgica y los Países Bajos, sobre los riesgos relacionados con el uso de insectos como alimento humano o animal. Por cierto, Bélgica ha sido el primer país en crear una guía sobre la seguridad alimentaria de los insectos comestibles, la publicación se adelantaba a la aprobación y regulación de los insectos como alimento en Europa.
La EFSA recomienda que se lleven a cabo nuevas investigaciones para evaluar con precisión los posibles riesgos microbiológicos y químicos de los insectos en toda la cadena de producción, ya que existen pocos estudios sobre el tema. El actual dictamen emitido por la EFSA tiene formato de perfil de riesgo, es decir, se habla de los posibles riesgos y dónde se pueden localizar, pero no ofrece datos concretos. Podéis conocer todos los detalles del trabajo, a través de este artículo publicado en la página web de la agencia.
Foto | Geographyalltheway.com
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