Anteriormente hemos conocido estudios sobre las consecuencias del consumo de bebidas energéticas, una investigación de la Clínica Mayo de Minnesota concluía que el consumo de estas bebidas provocaba el aumento de la presión arterial y el estrés, otro estudio desarrollado por investigadores de Corea del Sur determinaba que provocaban problemas en la salud mental de los adolescentes, problemas de sueño, estrés, variaciones en el estado de ánimo, e incluso tendencias suicidas.
Hoy conocemos una nueva investigación estadounidense desarrollada por el David Grant USAF Medical Center y la Universidad del Pacífico, en la que se concluye que el consumo de bebidas energéticas afecta al corazón y a la presión sanguínea. Los expertos comentan que este tipo de bebidas con cafeína provoca cambios significativos en las funciones del corazón y alteraciones en la presión sanguínea, cosa que no sucede con el consumo de otro tipo de bebidas que también tienen cafeína.
Esto, para organizaciones como The British Soft Drinks Association (Asociación Británica de Bebidas sin Alcohol), resulta curioso, ya que en principio la cafeína presente en las bebidas energéticas no es diferente a la contenida en bebidas como el café. Por otro lado, argumentan que la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) ha confirmado la seguridad de las bebidas energéticas y sus ingredientes, por lo que no tiene justificación científica que se trate de forma diferente a este tipo de bebidas, de las que están aceptadas y aportan diariamente cafeína como puede ser el café. A todo esto añaden que algunos cafés tienen tanta o más cafeína que la mayoría de bebidas energéticas.
En el estudio se concluye que el consumo de una bebida energética que se puede encontrar en el mercado y que contiene 320 miligramos de cafeína, aumenta la actividad eléctrica del corazón y eleva la presión arterial. Este es el resultado que se obtuvo en la comparativa con otras personas participantes en el estudio que consumieron bebidas que también contenían 320 miligramos de cafeína, combinada con 40 mililitros de zumo de limón y 140 mililitros de agua carbonatada con jarabe de cereza (refresco).
En las pruebas realizadas, tras la ingesta de los dos tipos de bebidas se constató que al cabo de seis horas, quienes consumieron bebidas energéticas seguían teniendo la presión arterial elevada, aunque ligeramente. Los expertos consideran que el problema son los diferentes ingredientes presentes en las bebidas energéticas, que al combinarse con la cafeína provocan los efectos descritos. Se comenta que esos ingredientes pueden ser responsables de las variaciones de la presión arterial, además hay que tener en cuenta la combinación e interacción entre componentes, lo que obliga a que se desarrollen nuevos estudios para profundizar en el tema.
En este estudio se quiso averiguar el impacto que tendría en la salud del corazón el consumo de bebidas energéticas, para ello se reclutó a 18 participantes con edades comprendidas entre los 18 y los 40 años que se dividieron en dos grupos. El primer grupo tomó 946 mililitros de una bebida energética que contenía 320 miligramos de cafeína, 108 gramos de azúcar, vitaminas B2, B3, B6 y B12, taurina, extracto de Panax ginseng, L-carnitina, glucuronolactona, inositol, maltodextrina y extracto de guaraná. El segundo grupo tomó una bebida de control que contenía la mezcla antes comentada, 320 miligramos de cafeína, 40 mililitros de zumo de limón y 140 mililitros de agua carbonatada con jarabe de cereza. Tras pasar seis días tomando estas bebidas se procedió a intercambiar las bebidas de los dos grupos.
Durante los días del estudio se realizó un seguimiento de la presión sanguínea periférica y central, y de la actividad eléctrica del corazón, los datos se recogieron en varios momentos, al cabo de una, cuatro, seis y 24 horas de haber consumido las bebidas. Se detectó que las personas que consumieron las bebidas energéticas tuvieron una corrección en el intervalo QT de 10 milisegundos superior a las dos horas del consumo. Este intervalo es una medida de tiempo entre el inicio de la onda Q, pequeña corriente horizontal que viaja a través del septum o tabique interventricular, y el final de la onda T (repolarización de los ventrículos). Básicamente es el tiempo que tardan los ventrículos del corazón para preparase para generar un nuevo latido.
El intervalo de tiempo se mide en milisegundos, si este tiempo es demasiado corto o largo, puede derivar en latidos anormales, dando lugar a arritmias o alteraciones del ritmo cardíaco que en algunos casos podrían tener consecuencias peligrosas. Se detectó también un aumento de la presión arterial sistólica con el consumo de ambos tipos de bebida, con la diferencia de que con el refresco, a las seis horas del consumo, los valores habían vuelto a su estado original, algo que no ocurrió con las bebidas energéticas en el mismo periodo de tiempo.
Parece evidente que se ha de profundizar en el estudio de los efectos de las bebidas energéticas, cómo interactúan sus ingredientes y cómo afectan al organismo, posiblemente se realizarán nuevos estudios sobre el tema. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo de la página web de la Universidad del Pacifico, y en este otro de la revista científica Journal of the American Heart Association.
Foto | Daniel Juřena
Foto 2 | Nattu
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